¿De dónde vienen los nombres de los dedos?

La mayoría de las partes del cuerpo vienen solas o en parejas. Tenemos una nariz, una lengua y un ombligo. Tenemos dos ojos, dos rodillas, dos pies, etc. Los dedos son una clara excepción: tenemos un grupo de cinco en cada lado. Esto plantea dificultades. Cuando queremos distinguir a uno del grupo -para especificar qué dedo hemos golpeado en la puerta, por ejemplo-, ¿qué hacemos? Los nombramos, naturalmente. Pero, ¿cómo?

Este es un problema exclusivamente humano. La pentadactilia -la condición de tener cinco dedos- es omnipresente en el mundo biológico, pero somos la única especie que tiene la capacidad (o la ocasión) de hablar de esos dedos. El problema no es sólo que tengamos cinco, sino que sean tan irritantemente parecidos: difieren ligeramente en tamaño y destreza, pero todos tienen ese aspecto de nudillos fruncidos, con las uñas tapadas. ¿Cómo ha resuelto este problema la gente en diferentes épocas y lugares? ¿Cómo han nombrado a los miembros de este confuso quinteto? Responder a esta pregunta ofrece un recorrido por la inventiva de la mente humana.

Considere primero el pulgar. La apariencia es una fuente especialmente común de nombres de pulgares. La palabra inglesa moderna, por ejemplo, proviene de una palabra más antigua que significa «robusto» o «grueso». Otros idiomas destacan el hecho de que el pulgar es poderoso, a pesar de su corta estatura. El término latino para este miembro -pollex, que aún se utiliza en contextos médicos- proviene de un verbo que significa «ser fuerte». En kurdo, estas asociaciones de compacidad y fuerza se unen en la etiqueta «dedo de carnero»

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El caso del «dedo de carnero» insinúa un patrón más amplio: a menudo vemos nuestros dedos como seres animados, pequeños agentes con personalidad propia. Por ello, a menudo les damos nombres de animales o de roles sociales humanos. En algunas lenguas nativas americanas, el pulgar se llama «dedo jefe». En otros lugares se le considera un miembro de la familia: los términos «madre», «padre», «hermano mayor» o «dedo abuelo» están todos atestiguados. Aunque son escasos en Europa, los calificativos que comparan los dedos con los humanos son comunes en todo el mundo. Un estudio encontró este tipo de nombres en una quinta parte de las 123 lenguas analizadas.

El pulgar ha atraído una serie de otros nombres. En griego, se conoce como «lo que está enfrente de los dedos». En varias lenguas turcas, se conoce como «dedo de la cabeza». En algunas partes de Oriente Medio y el Mediterráneo, el nombre del pulgar proviene de una función desagradable que, afortunadamente, ya no tiene que cumplir (mucho): la de matar piojos.

El siguiente: el dedo índice. Esta etiqueta proviene del uso del dedo para señalar: la palabra inglesa index tiene su origen en una palabra anterior que significa «mostrar». Los nombres que asocian este dedo con señalar se encuentran en todo el mundo, pero también entran en juego otros. Los angloparlantes también lo llaman dedo índice por su posición como el primero de los dedos propiamente dichos, excluyendo el pulgar. Los textos medievales se refieren a él como «saludador» y «maestro». En la época anglosajona, se le conocía como el «dedo de la guadaña», por razones poco claras, y como el «dedo del disparo», porque se utilizaba para tensar la cuerda del arco.

En todo el mundo, el dedo índice se asocia con otras funciones. En las lenguas iraníes, se considera el dedo de las llamadas, de las maldiciones y de la protección. También se le conoce como «dedo de la oración» o «dedo del testimonio» -la etiqueta en turco moderno- debido a su uso en la práctica musulmana de la shahada, o profesión de fe. Uno de sus apodos más pintorescos se basaba en su afición a mangar salsas: el «lamedor de ollas».

Siguiente: el dedo corazón. El inglés no es el único idioma que nombra este dedo por su posición central: el «dedo medio» es otro ejemplo. Algunos adornan la idea: en choctaw, se le conoce como el «hijo del medio», y en algunas lenguas túrquicas, se le llama el «álamo del medio», evocando la imagen de los dedos como un grupo de árboles. Otro aspecto destacado de este dedo medio es, por supuesto, su longitud. Así, encontramos apelativos como «dedo largo» o «dedo alto», y variantes pintorescas como «hierba alta» o «turco alto».

En latín, el dedo medio era conocido como digitus impudicus u obscenus, es decir, el dedo desvergonzado o lascivo. Algunos sugieren que estos términos se debían a su uso en uno de nuestros gestos más crudos, pero una razón más profunda puede residir en su apariencia. Se dice que el dedo corazón, cuando está extendido y flanqueado a ambos lados, se asemeja a un pene y a unos testículos. Esta forma fálica es, de hecho, lo que motivó el gesto en primer lugar. Otra explicación de la lascivia, como señala un observador, es que éste es el dígito que suele utilizarse para estimular los genitales femeninos.

Cuarto en la lista: el dedo anular. Todo el mundo reconocerá los orígenes de este apodo en las prácticas modernas de uso de anillos. Pero no todos conocen la historia más profunda de esta tradición. Según la creencia medieval, un nervio o arteria iba desde el dedo anular hasta el corazón. Esta idea llevó a la gente a ponerse anillos en este dedo. También dio a este dedo un papel destacado en la tradición y la práctica médica. Los médicos utilizaban el dedo anular para aplicar tratamientos, por ejemplo. Estas asociaciones inspiraron los términos «dedo del médico», «dedo de la curación», «dedo del corazón» y «dedo de la sanguijuela», este último porque sanguijuela era otra palabra para médico.

El término «dedo anular» se encuentra ahora en todo el mundo. Pero también es popular otro nombre algo paradójico: el «dedo sin nombre». Esta etiqueta se utilizaba antiguamente en algunas partes de Europa, lo que llevó a Wilhelm Grimm, de la fama de los cuentos de hadas, a especular sobre sus orígenes. Una de sus ideas era que el nombre aludía a la reputación de limpieza de este dedo, en contraste con la de su vecino lascivo. Otra fue que, debido a los usos casi místicos del dedo en la curación, algunos no se atrevían a pronunciar su nombre.

Sin embargo, puede haber una explicación más sencilla. Esta misma etiqueta paradójica se encuentra en las lenguas nativas americanas y en el chino, por lo que es poco probable que proceda de creencias culturales propias de Europa. Más bien, la falta de nombre de este dedo puede deberse a su absoluta falta de relevancia. Situado entre otros dedos más característicos, y sin ninguna utilidad especial, el dedo anular es, reconozcámoslo, el más olvidado del grupo.

El más pequeño, pero no el menos importante: el meñique. Aparte de las apariencias, la palabra inglesa no tiene nada que ver con el color rosa, sino que fue tomada del holandés. Los orígenes más profundos de la palabra se debaten, pero es posible que se haya quedado porque lleva un sufijo («-y») que se utiliza a menudo en inglés para designar cosas pequeñas y entrañables. El meñique es, después de todo, el adorable enano de la mano.

La fijación por el tamaño de este dígito se encuentra en todo el mundo. Se le llama de varias maneras «bebé», «hijo menor» o «hija del último nacido». En turco, se le conoce como el «dedo del gorrión», en honor al ave distintivamente diminuta. Una idea relacionada es que este dedo es un poco rezagado. En algunos lugares, se le conoce como el dedo «huérfano» o «atrasado».

Francamente, el dedo meñique no hace mucho. Por ello, los términos basados en sus funciones son algo escasos. Una excepción se encuentra en el latín, donde el meñique se denominaba auricularis, es decir, el «dedo de la oreja». Esta asociación auditiva, que todavía se encuentra en el francés moderno, se debe a lo que quizás sea el talento más notable de este dedo: la eliminación de la cera.

Estas soluciones al problema de la denominación de los dedos muestran la mente humana en el trabajo y en el juego. En todas las lenguas, los dedos reciben nombres por su aspecto, posición y tamaño. Se les compara con los pájaros, los perros y las ovejas, con los jefes, los niños, los padres y los abuelos. Se les reconoce por su función de rezar, cazar, curar, maldecir, lamer ollas y aplastar plagas. Al examinar este colorido compendio, encontramos, por un lado, patrones inesperados y, por otro, una deliciosa diversidad.

¿Esta diversidad es cosa del pasado? ¿Se ha resuelto de una vez por todas el problema de los nombres de los dedos? Hay algunos indicios de que la nomenclatura digital, como muchas otras cosas, se dirige hacia la homogeneidad global. Pero la cuestión no está resuelta. Seguimos encontrando nuevos usos para nuestras manos, que podrían inspirar nuevos nombres. Las culturas cambian constantemente y crean nuevas asociaciones. Este curioso rincón de la comunicación humana seguirá llevando el sello de la inventiva de nuestra especie. O eso esperamos.

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