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Significado clínico

No hay sustituto para una historia cuidadosa del tipo, inicio, localización y progresión del dolor abdominal, ya que estos síntomas coinciden estrechamente con la patogénesis de cada proceso de enfermedad dentro del abdomen. Esto, junto con el conocimiento de la inervación esplácnica y cerebroespinal de las vísceras abdominales, es esencial para llegar a un diagnóstico preciso en los pacientes que presentan dolor abdominal.

Las diferencias en la localización y el ritmo de progresión de las lesiones dentro de la cavidad abdominal pueden resumirse según lo expuesto por Smith (1961) en términos de cinco posibles componentes.

  1. El dolor visceral solo es un dolor simétrico localizado en la línea media anterior, con o sin fenómenos vasomotores asociados.
  2. En ocasiones, cuando el dolor visceral es de inicio rápido y de gran intensidad, en el pico de intensidad del dolor puede «desbordarse» a nivel de la médula espinal por reflejos viscerosensoriales y visceromotores hacia las vías cerebroespinales correspondientes, produciendo hallazgos somáticos sin afectación patológica de los receptores somáticos.
  3. El dolor visceral y el somático suelen combinarse a medida que la lesión causante progresa desde la víscera hasta afectar a los nervios somáticos adyacentes. El dolor visceral puede continuar, pero se añade un dolor nuevo y diferente.
  4. El dolor somático puede ser tan intenso que eclipse el dolor visceral de origen en la víscera afectada, lo que dificulta un diagnóstico preciso.
  5. El dolor referido debido a la irritación de los nervios frénico, obturador y genitofemoral son hallazgos únicos y de importancia diagnóstica alejados del abdomen que pueden proporcionar pistas sobre el origen del dolor abdominal.

La importancia clínica de las vías y los estímulos responsables de la producción del dolor abdominal quizá pueda apreciarse mejor mediante un análisis de la patogénesis de la apendicitis aguda, ya que ese proceso de la enfermedad se correlaciona con los síntomas y los hallazgos físicos comunes a ese trastorno.

El acontecimiento que inicia la patogénesis del tipo más común de apendicitis es la obstrucción del lumen del apéndice por una concreción calcificada de material fecal llamada fecolito. Con la obstrucción de la luz del apéndice, la producción continua de grandes cantidades de moco a partir de la rica concentración de células caliciformes en las criptas de Lieberkuhn distiende el apéndice. En esta etapa de la patogénesis de la apendicitis, el diagnóstico patológico es un mucocele apendicular agudo. Dado que el estiramiento y la distensión son los únicos estímulos apreciados por los nervios esplácnicos (viscerales), comienza el dolor visceral característico de la línea media, del abdomen superior, de la distensión de una víscera hueca de origen embrionario desde la línea media, el clásico dolor periumbilical de la apendicitis temprana. Aunque el apéndice puede localizarse en casi cualquier lugar de la cavidad abdominal o pélvica debido a su longitud variable, así como a la rotación del intestino medio, es importante reconocer que el dolor visceral epigástrico o periumbilical producido por la distensión siempre estará en la misma localización abdominal superior de la línea media.

Dado que el peristaltismo en el apéndice está ausente o, en el mejor de los casos, es ineficaz, como lo demuestra la presencia de un fecolito que, de otro modo, se extruiría del lumen, el dolor visceral de la distensión del apéndice es característicamente un dolor constante, sordo, sin olas intermitentes de intensidad.

Es de gran valor en el diagnóstico del dolor abdominal intentar establecer un diagnóstico tanto patológico como anatómico. Por ejemplo, el diagnóstico patológico de «apendicitis aguda» no es tan significativo como un diagnóstico patológico y anatómico como «apendicitis supurativa aguda de la fosa ilíaca derecha». El conocimiento de las vías del dolor y de los tipos de estímulos responsables de iniciar las respuestas de dolor desde el abdomen hace posible un diagnóstico patológico y anatómico preciso.

El dolor visceral de la parte superior del abdomen en la apendicitis temprana sigue aumentando gradualmente de intensidad a medida que la producción constante de mucosa provoca una mayor distensión de la luz apendicular obstruida. La presión intraluminal progresa hasta que las venas de la submucosa del apéndice quedan ocluidas por el atrapamiento entre la mucosa y la lámina propia rígida e inflexible de la pared apendicular. En esta fase de la patogénesis, se produce rápidamente un edema de la pared secundario a la oclusión del flujo venoso. Este edema, además de la acumulación de líquido edematoso, provoca un aumento bastante rápido y brusco del estiramiento de la pared apendicular. Esto da lugar a un marcado aumento de la intensidad del dolor visceral. Este punto de la progresión de la enfermedad suele incitar al paciente a buscar ayuda médica. El estadio patológico en el momento de la máxima inflamación de la pared cambia de un mucocele agudo a lo que se denomina apendicitis catarral aguda. Dado que en este momento no hay un proceso inflamatorio en el apéndice, se entiende fácilmente por qué no hay una elevación del recuento de glóbulos blancos ni un aumento de la temperatura corporal.

A medida que las presiones dentro del lumen y en la pared del apéndice siguen aumentando, se produce una interferencia con el flujo sanguíneo arteriolar en la submucosa. En esta etapa las células de la pared del apéndice, junto con el revestimiento de la mucosa del lumen, comienzan a morir. El escenario está preparado para la invasión de la pared del apéndice por organismos del lumen y comienza la apendicitis supurativa aguda.

Obviamente, a medida que la pared del apéndice con los corpúsculos pacinianos sensibles al estiramiento muere, el dolor sordo, intenso de la parte superior del abdomen transmitido desde estas terminaciones nerviosas desaparece.

Otros patrones de dolor de la apendicitis dependen ahora de su localización anatómica. Se ha dicho que no existe una sintomatología característica de la apendicitis aguda. No es así: Los síntomas de la apendicitis son característicos para cada etapa de la progresión del proceso patológico y para cada una de las localizaciones anatómicas en las que puede estar situado el apéndice.

El pródromo, producido por los cambios patológicos tempranos en el apéndice y caracterizado por el dolor visceral de la distensión, es el mismo independientemente de la localización del apéndice, pero los síntomas de supuración y la progresión patológica continua que conduce a la gangrena, la rotura, la formación de abscesos y la peritonitis local o generalizada difieren notablemente según la localización anatómica del apéndice.

El apéndice, como parte del intestino medio que gira fuera de la cavidad abdominal durante el desarrollo embrionario, puede estar situado en al menos nueve localizaciones: fosa ilíaca derecha, retrocecal, paraileal, retroileal, interloop, pélvica, cuadrante superior derecho, cuadrante superior izquierdo y fosa ilíaca izquierda.

La localización más común del apéndice es en la fosa ilíaca derecha. En esta localización, el proceso inflamatorio del apéndice supurado afecta al peritoneo parietal contiguo. Es entonces cuando comienza un nuevo dolor, totalmente diferente del dolor visceral de los primeros estadios y mediado por una vía neural totalmente diferente. Es el dolor somático, agudo y bien localizado de la irritación del peritoneo parietal que se transmite a la raíz dorsal a través de los nervios intercostales. El paciente señala con un dedo el lugar del dolor, y las sacudidas o cualquier otro estiramiento (respiración profunda, producción de sensibilidad de rebote directa o indirecta) aumentan la intensidad local del dolor.

Características patognomónicas adicionales de la apendicitis aguda en la fosa ilíaca derecha incluyen arcos reflejos motores y sensoriales directos que producen una guardia involuntaria sobre el dermatoma irritado implicado, así como hiperestesia de distribución similar.

Aunque a menudo se afirma que el dolor periumbilical en la apendicitis se «desplaza» al cuadrante inferior derecho, es instructivo destacar que el dolor del cuadrante inferior derecho es un dolor nuevo y totalmente diferente. Se inicia por la irritación de las terminaciones nerviosas somáticas, se transmite por vías neuronales diferentes y produce síntomas y hallazgos muy localizados, en marcado contraste con la naturaleza difusa del dolor visceral.

El examen de los síntomas y hallazgos de la apendicitis supurativa aguda en una localización retrocecal, otra posición común, sirve para enfatizar aún más la importancia de comprender no sólo la anatomía y la inervación de la cavidad peritoneal, sino también del retroperitoneo y la pelvis.

Como se ha dicho, el peritoneo visceral no tiene inervación somática. Cuando el apéndice está situado retrocecalmente, por ejemplo, es esencial recordar que en esta localización es retroperitoneal y, en consecuencia, no tiene contigüidad con la serosa peritoneal visceral o parietal.

El dolor abdominal precoz producido por el estiramiento está presente en su localización abdominal superior característica, pero al iniciarse la supuración, no hay afectación inflamatoria de las superficies peritoneales parietales, como en la apendicitis de la fosa ilíaca, y en consecuencia no hay dolor localizado en el cuadrante inferior derecho. La razón de la ausencia de dolor somático cuando el apéndice es retrocecal es obvia.

A medida que el proceso inflamatorio de la apendicitis retrocecal continúa, puede implicar al músculo psoas, los músculos obturadores, el uréter y el nervio genitofemoral. La irritación de estas estructuras es responsable de producir un signo del psoas u obturador positivo, glóbulos blancos en la orina y dolor referido en la distribución de las ramas del nervio genitofemoral. Este último se manifiesta por dolores en el testículo, en el cuerpo del pene o en los labios mayores de la derecha.

Cuando el apéndice se encuentra en la pelvis, hay que recordar que la pelvis no forma parte de la cavidad abdominal y que el peritoneo parietal pélvico recibe su inervación somática de los nervios lumbosacros y no de los intercostales. En consecuencia, la irritación del peritoneo parietal pélvico no es reconocida por el paciente en una distribución localizada de la pared abdominal.

Es útil recordar que la irritación del peritoneo parietal pélvico suele producir dolor localizado en la línea media suprapúbica, independientemente de la localización del proceso inflamatorio.

La discusión detallada anterior de algunos de los patrones de dolor característicos observados en la apendicitis y la patología responsable de los mismos sirve para ilustrar la importancia diagnóstica de la interpretación precisa del dolor abdominal basada en la anatomía y la patología.

Otras estructuras que pueden causar dolor

Los órganos abdominales superiores tienen características anatómicas que hacen que los patrones de dolor que emanan de ellos sean mucho más complejos que los del apéndice. Las lesiones dolorosas de la unión gastroesofágica, el fondo y la curvatura menor del estómago, el tracto biliar y las porciones proximales del duodeno suelen producir dolor en la zona interescapular correspondiente al sexto segmento torácico, ya que la inervación somática del epiplón menor está suministrada por ese nervio torácico. El dolor pancreático se percibe a menudo en el mismo lugar, un segmento más abajo.

El estómago está situado de manera que partes de su superficie están en contacto con el diafragma, el ligamento gastrohepático, el saco menor, el páncreas, el peritoneo parietal, el hilio esplénico, el ligamento gastrocólico, el mesocolon transverso y el colon transverso. Las lesiones inflamatorias o neoplásicas del estómago que afectan a cualquiera de estas superficies pueden irritar los nervios somáticos de varios segmentos espinales diferentes. En consecuencia, el dolor puede ser localizado por el paciente en la fosa supraclavicular por estímulos del nervio frénico, en la región interescapular por irritación de T6 a T8, o incluso en la región lumbar por afectación de los segmentos de la médula espinal T12 a L1.

De forma similar al estómago, el duodeno está en relación anatómica con varias raíces nerviosas cerebrales somáticas. En consecuencia, el dolor de la úlcera perforante puede apreciarse en la zona interescapular, en la región subcostal derecha y en el cuadrante inferior derecho, dependiendo de qué nervios somáticos estén implicados en el proceso patológico. La perforación retroperitoneal del duodeno por un traumatismo abdominal contundente puede causar irritación del nervio genitofemoral por la fuga del contenido duodenal, lo que provoca dolor en el testículo o los labios vaginales derechos.

El dolor de la vesícula biliar y del tracto biliar puede tener una localización bilateral porque surgen de la excreción del intestino medio y tienen una inervación esplácnica bilateral. Si el proceso inflamatorio de la colecistitis supurativa aguda afecta al peritoneo parietal del cuadrante superior derecho, puede haber dolor somático con sus manifestaciones locales habituales y dolor referido a lo largo del nervio cefalorraquídeo afectado hasta la punta de la escápula (T8). La afectación del peritoneo parietal en el cuadrante superior derecho por la supuración de la vesícula biliar no es muy frecuente, ya que el epiplón mayor (que no tiene inervación sensorial somática) suele rodear la vesícula biliar inflamada como amortiguador entre el proceso inflamatorio y los parietales.

Las afecciones patológicas que surgen del páncreas son responsables de un amplio espectro de síndromes que producen dolor. Además, las lesiones extrínsecas (por ejemplo, la úlcera duodenal penetrante) están frecuentemente implicadas en la producción de dolor procedente del páncreas. Además, la alteración de la integridad de la glándula por la pancreatitis permite la extravasación de enzimas que se extienden a muchas localizaciones intraabdominales diferentes que pueden implicar vías espinales somáticas desde el nervio frénico hasta el plexo lumbosacro.

El intestino delgado, como el resto del intestino medio, produce dolor visceral periumbilical en la línea media superior en respuesta a la distensión o el estiramiento. El intestino anterior y el posterior son mucho menos sensibles al estiramiento o la distensión. El dolor de estas partes del tracto intestinal, el estómago y el duodeno del primero y el colon descendente y el recto del segundo, se inicia más a menudo por lesiones inflamatorias que por distensión.

Los estudios experimentales sobre la producción de dolor del tracto gastrointestinal en seres humanos mediante el inflado de globos en varios lugares dentro del lumen del intestino deben interpretarse con mucha cautela, ya que se parecen poco o nada a las condiciones patológicas reales que producen dolor en los seres humanos. Las observaciones más válidas sobre el origen del dolor abdominal proceden de los cirujanos, que tienen la ventaja de inspeccionar rápidamente el lugar de la patología dentro del abdomen y la oportunidad de comparar estos hallazgos in situ con la percepción del dolor abdominal por parte del paciente.

La piel, los tejidos subcutáneos, la fascia, el músculo y el peritoneo parietal de la pared abdominal están provistos de una gran cantidad de nervios somáticos desde T6 hasta T12. El dolor en la pared abdominal puede deberse a neuromas en cicatrices de laparotomías anteriores, a afecciones médicas como la porfiria aguda o al herpes zóster. Además, el dolor provocado por un traumatismo en la pared abdominal debido a una lesión contundente debe identificarse cuidadosamente para descartar un dolor abdominal originado por una lesión intraperitoneal.

Los uréteres ocupan el segundo lugar, después del páncreas, como fuente de dolor abdominal provocado por estructuras del retroperitoneo. La pelvis renal es sensible a la distensión, y los uréteres están muy bien provistos de nervios desde T10 hasta T12. El dolor ureteral es ipsilateral, intenso y de naturaleza cólica (cólico renal). Suele ser de tal intensidad y localizado en el flanco que el diagnóstico es difícil de confundir con otras catástrofes abdominales. El dolor en el testículo o en los labios (T10) puede en ocasiones confundir el diagnóstico de cólico renal con el de apendicitis retrocecal. La presencia de hematíes en el análisis de orina puede ayudar a resolver este dilema diagnóstico.

Dado que los nervios intercostales inferiores también proporcionan inervación sensorial (somática) a la pleura parietal y a la periferia del diafragma, así como a la pared abdominal y a las parietales peritoneales anteriores, es comprensible que los procesos inflamatorios que afectan a la pleura parietal inervada por estos nervios puedan manifestarse también con dolor abdominal. Ni que decir tiene que una apendicectomía es un mal tratamiento para la neumonía lobar derecha que ha producido dolor reflejo de la pared abdominal en el cuadrante inferior derecho.

La pericarditis, el infarto de miocardio y el infarto pulmonar también pueden causar lesiones inflamatorias que afectan a la pleura parietal diafragmática o torácica, produciendo un dolor abdominal referido que puede diagnosticarse erróneamente como un trastorno intraperitoneal primario.

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