Una base es cualquier molécula que acepta un protón, mientras que un ácido es cualquier molécula que libera un protón. Por esta razón, el amoníaco se considera básico porque su átomo de nitrógeno tiene un par de electrones que acepta fácilmente un protón. Sin embargo, el amoníaco está clasificado como una base débil, que es un compuesto químico que no se descompone completamente en iones en una solución acuosa. Cuando las moléculas se rompen en iones, el proceso se llama disociación. Esto forma una estructura química diferente para convertirse en una base débil o en un ácido fuerte y viceversa.

El amoníaco no contiene iones de hidróxido para empezar, pero cuando se disuelve en agua adquiere iones de hidrógeno del agua para producir hidróxido así como iones de amonio. Sin embargo, el amoníaco no se convierte completamente en iones hidróxido y amonio en una solución, por lo que se considera una base débil. Cuando se rompe, se convierte en iones de amonio (NH4+) cargados positivamente y en iones de hidróxido (OH-) cargados negativamente, pero algunas de las moléculas de amoníaco siguen unidas. Debido al hecho de que no todas las moléculas se rompieron, la disociación se considera incompleta, ya que sólo un porcentaje muy minúsculo ha producido realmente iones de hidróxido a partir de las moléculas de amoníaco.

Ahora bien, cuando las bases o los ácidos se clasifican como fuertes o débiles, esta clasificación sólo es significativa con respecto a cómo se determinan las concentraciones de la reacción de una sustancia química dada. No describe lo reactivos, oxidantes o cáusticos que son. Las bases fuertes pueden ser tan cáusticas y peligrosas como los ácidos fuertes. Tomemos como ejemplo el amoníaco anhidro: tiene un nivel de pH de aproximadamente 11,6 y, sin embargo, provoca quemaduras químicas a las personas y causa una grave irritación de las membranas mucosas, la piel y los ojos, al igual que la exposición al ácido clorhídrico (pH de 0) es corrosiva para esas mismas zonas.