Industria hidroeléctrica

Durante décadas, el oeste de Estados Unidos fue el punto de partida de uno de los mayores experimentos que el ser humano ha llevado a cabo: el entubamiento de los ríos del mundo. Como Marc Reisner catalogó de forma contundente en el libro Cadillac Desert, los constructores de presas persiguieron estos megaproyectos sin tener en cuenta si eran necesarios o qué efectos tendrían sobre las personas o el medio ambiente. Fue un experimento alimentado menos por la necesidad que por la codicia.

Un miembro de la tribu indígena Munduruku de Brasil observa el emplazamiento de la presa de São Manoel que ha destruido parte de su tierra ancestral en el río Teles Pires. | Foto de Caio Mota, Forum Teles Pires.

Los constructores de presas emprendieron este gigantesco esfuerzo sin comprender claramente lo que iban a perder: los ríos sanos y productivos que, según se decía, estaban tan llenos de peces que se podía atravesar el río sobre sus cuerpos.

Los EE.UU. no se reservaron esta tecnología devastadora del ecosistema. A lo largo del siglo XX, la Oficina de Reclamación de Estados Unidos se dedicó a exportar la tecnología de las presas a otros países del mundo, vendiendo estas grandes presas como templos de la modernidad. Los países en vías de desarrollo otorgaron cómodamente a las empresas e ingenieros estadounidenses contratos de gran envergadura para construirlas.

Muchas presas estadounidenses se acercan ahora al final de su vida útil, y la eliminación de presas ha aumentado exponencialmente. Pero el auge de la energía hidroeléctrica sigue resonando en el resto del mundo. Se están planeando y desarrollando grandes presas en ríos importantes como el Mekong, el Amazonas y el Congo, donde millones de personas dependen directamente de sus ríos para alimentarse y vivir.

Esto es una locura. En demasiados casos, las comunidades locales asumen las cargas financieras y los impactos sociales y medioambientales mientras los promotores se van con beneficios. Y en la era del cambio climático, la energía hidroeléctrica es una fuente de energía arriesgada e insegura, muy vulnerable a sequías e inundaciones cada vez más graves. Además, las presas reducen la resistencia climática de las comunidades ribereñas. Es hora de encontrar otro camino.

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