Los ahorcamientos están pensados para matar eficazmente

No hay nada amable o gentil en un ahorcamiento. Es un proceso científicamente diseñado para romper el cuello y asfixiar a una persona hasta la muerte de la manera más eficiente posible.

En las recientes ejecuciones iraquíes, el ex presidente Saddam Hussein y dos de sus cómplices, su hermanastro y el ex jefe del Tribunal Revolucionario de Irak, fueron colgados de una horca.

En estos ahorcamientos judiciales, las víctimas suelen ser arrojadas a una distancia mayor que su altura a través de una trampilla. En ese momento, la cuerda se vuelve rígida y la fuerza del lazo rompe el cuello de la víctima, provocando una parálisis inmediata y la pérdida de la conciencia.

El procedimiento provoca la clásica «fractura del verdugo», una rotura entre la cabeza y el cuello que rompe la columna cervical superior. En la mayoría de los casos, la víctima muere por asfixia.

Aunque nadie sabe realmente cuánto tiempo tarda una persona en morir por ahorcamiento, los expertos dicen que probablemente sea entre unos segundos y un par de minutos.

En los ahorcamientos judiciales, a diferencia de los suicidios, hay un daño significativo en la médula espinal. Si las víctimas caen más allá de la distancia prescrita, pueden incluso coger suficiente velocidad como para que el propio lazo las decapite, como le ocurrió el lunes al hermanastro del ex dictador iraquí Barzan Ibrahim. En raros casos, el intenso miedo puede hacer que la víctima muera de un paro cardíaco.

«El ahorcamiento es una forma muy cruel de matar a la gente», dijo Harold Hillman, un experto en ejecuciones que enseña en la Universidad de Surrey. «La fractura obstruye su respiración, y se les deja sin aliento»

Incluso cuando se rompe el cuello, dice Hillman, todavía hay sangre que contiene oxígeno en el cerebro. El cerebro puede seguir funcionando a cierto nivel hasta que ese oxígeno se agote.

En la práctica, esto significa que los movimientos faciales pueden seguir produciéndose incluso después de que la cabeza haya sido separada del cuerpo.

La cabeza de María Antonieta, la reina francesa guillotinada, es famosa por sonreír después de ser cortada precisamente por esta razón, dice Hillman. «Hasta que no queda oxígeno, se pueden producir movimientos involuntarios en la cabeza»

Los criminales han sido ahorcados desde que el Imperio Persa adoptó la práctica por primera vez hace 2.500 años. El último gran avance en la tecnología de los ahorcamientos se produjo en el siglo XIX, cuando se elaboraron tablas para calcular tanto la longitud de la cuerda necesaria para matar como la distancia de la «caída» necesaria.

Según estas llamadas «tablas de caída», cuanto más pesado sea el prisionero, menor será la distancia necesaria para producir la fuerza suficiente para romperle el cuello.

Aún así, estas tablas de caída son sólo una guía aproximada, advierte Geoffrey Abbott, autor de «Execution: The Guillotine, the Pendulum, the Thousand Cuts, the Spanish Donkey, and 66 Other Ways of Putting Someone to Death» (La guillotina, el péndulo, los mil cortes, el burro español y otras 66 formas de dar muerte a alguien).

«Una persona podría pesar una cantidad que requiriera una longitud de 2,5 metros, pero como su cuello es particularmente escuálido, su cabeza podría salirse», dijo Abbott.

Los funcionarios iraquíes dijeron que la horca se construyó de acuerdo con las normas internacionales, pero los funcionarios de derechos humanos cuestionaron esa afirmación.

«Bajo ninguna circunstancia una ejecución puede estar de acuerdo con las normas de derechos humanos», dijo Param-Preet Singh, abogado del programa de justicia internacional de Human Rights Watch.

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