Psicología Hoy

«Entonces Amnón la odiaba sobremanera, de modo que el odio con que la odiaba era mayor que el amor con que la había amado» -Biblia, 2 Samuel, 13:15

«La familiaridad es la raíz de las amistades más íntimas, así como de los odios más intensos». -Antoine Rivarol

Muchos testimonios, así como obras de ficción, describen situaciones en las que las personas se encuentran odiando a la persona que aman. Esto podría parecer inicialmente una contradicción, ya que ¿cómo se puede amar y odiar a la misma persona al mismo tiempo? La discusión de este problema requiere distinguir entre la coherencia lógica y la compatibilidad psicológica. Odiar a quien se ama puede ser una experiencia consistente, pero plantea dificultades en cuanto a su compatibilidad psicológica.

El amor y el odio se describen a menudo como diametralmente opuestos; en este caso, es imposible hablar de odiar a quien amamos sin incurrir en una contradicción lógica. Se pueden esgrimir dos grandes argumentos contra esta descripción. En primer lugar, el amor tiene un alcance más amplio que el odio, ya que se refiere a más características del objeto. Así, mientras que en el odio el objeto se considera básicamente un agente malo, en el amor romántico el objeto se percibe como bueno y atractivo. En segundo lugar, hay muchas variedades de cada emoción (y hay más tipos de amor que de odio), y cada tipo no puede ser el opuesto exacto de todos los demás tipos de la otra emoción.
El amor y el odio son experiencias distintas y no opuestas: Son similares en ciertos aspectos y disímiles en otros. A la luz de la compleja naturaleza del amor y el odio, es plausible que cuando las personas describen su relación como una relación de amor-odio, puedan estar refiriéndose a diferentes características de cada experiencia.

La dificultad que surge como resultado de sentir odio y amor hacia la persona amada, no sólo en el mismo momento, sino también durante un período prolongado, es la dificultad de hacer frente a una profunda disonancia emocional. Aunque la presencia de emociones mixtas no es necesariamente desconcertante, la presencia de diferentes emociones que son a la vez profundas y abarcadoras hacia la misma persona, como el amor y el odio, parece ser psicológicamente incompatible.

Las personas describen su relación como una relación de amor-odio cuando las circunstancias son tales que el foco de atención cambia bajo diferentes condiciones; de ahí el cambio en las actitudes emocionales. Cuando el amante centra su atención en la sabiduría de su pareja, la ama profundamente. Cuando piensa en la humillación que le produce, la odia a muerte. Así la gente puede decir: «Te odio, luego te amo . . . Luego te odio, Luego te amo más» (Celine Dion); o «A veces te amo, a veces te odio. Pero cuando te odio, es porque te quiero» (Nat King Cole). Estos casos pueden explicarse a la luz del hecho de que las experiencias emocionales son dinámicas, y diferentes circunstancias externas y personales suelen cambiar nuestra actitud emocional hacia la misma persona.

El amor puede convertirse en un terreno fértil para la aparición del odio. Cuando la intensidad y la intimidad del amor se vuelven agrias, puede generarse el odio. En estas circunstancias, el odio sirve como canal de comunicación cuando otros caminos están bloqueados, y funciona para preservar la poderosa cercanía de la relación, en la que tanto la conexión como la separación son imposibles. Consideremos el siguiente testimonio de un hombre condenado por matar a su esposa (citado en el libro En el nombre del amor): «No siempre se mata a una mujer o se sienten celos de una mujer o se grita a una mujer porque se la odia. No. Porque la amas, eso es amor». Sin duda, el amor puede ser extremadamente peligroso, y la gente ha cometido los crímenes más horribles en nombre del amor (y de la religión).

La afirmación de que el amor y el odio existen simultáneamente es un caso más difícil de explicar; aquí tenemos que entender cómo dos actitudes tan divergentes pueden dirigirse a la misma persona al mismo tiempo. Una mujer puede decir que quiere mucho a su pareja en general, pero que le odia por su falta de honradez. En consecuencia, la gente dice algo así como «Te quiero y te odio al mismo tiempo». En este tipo de actitud, las valoraciones positivas y negativas profundas se dirigen a aspectos diferentes de la persona. De forma similar, una persona no casada que mantiene una relación extramatrimonial puede amar profundamente a la persona casada y, al mismo tiempo, odiar a la persona amada por preferir mantener el vínculo con el cónyuge. Asimismo, podemos odiar a alguien porque lo amamos y no somos capaces de liberarnos de nuestro amor por él, o porque este amor no es recíproco.

Es interesante observar que nuestro deseo de exclusividad surge en el amor romántico, pero no en el odio. Por el contrario, en el odio queremos que nuestra actitud negativa sea compartida por los demás. Parece natural que queramos compartir nuestra fortuna negativa con los demás, mientras que deseamos mantener la parte positiva sólo para nosotros. En las emociones positivas, cuando somos felices, estamos más abiertos a estar atentos a otras personas, pero guardamos más la fuente de nuestra felicidad.

En resumen: odiar a quien amamos es posible desde un punto de vista lógico, ya que no implica necesariamente una contradicción. Sin embargo, este fenómeno conlleva una profunda disonancia emocional, que a su vez reduce el número de casos de este tipo.

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