Aparentemente, debido a las diferencias en la grasa corporal, el hombre delgado ‘promedio’ tiene un 80 por ciento de posibilidades de hundirse, mientras que la mujer delgada promedio tiene sólo un 40 por ciento de posibilidades. La prueba del agua parece haber sido inventada en el siglo IX, cuando se utilizaba normalmente para casos criminales y ocasionalmente civiles (se utilizó por primera vez para las brujas en el siglo XI; pero no fue común para este tipo de cargos hasta el siglo XVI) cuando no había pruebas suficientes para determinar la culpabilidad. En estos casos, los sometidos a la ordalía eran encadenados y colocados en un estanque de agua. Muchas iglesias medievales contaban con piscinas para este fin y un sacerdote debía estar presente (recibían una cuota). Tómese esto con una pizca de sal, pero se ha argumentado que permitía cierto grado de libertad contra la condena. Así, en una muestra de 91 ordalías realizadas a 84 hombres y 7 mujeres en Inglaterra desde finales del siglo XII hasta principios del XIII, 79 de los hombres se enfrentaron a la ordalía del agua fría, pero ninguna mujer (Peter Leeson argumenta que esto indica el amaño benigno del sistema de ordalías por selección). Cuando estas ordalías fueron prohibidas en 1215, se sustituyeron por la tortura.
Durante la prueba de natación, (o de agacharse, «fugarse sobre el agua», etc.; se puede ver una imagen de la misma aquí) el sospechoso solía estar desnudo con cada pulgar atado a un dedo del pie contrario. La prueba estaba arraigada en la cultura popular y formaba parte del proceso previo al juicio. La mayoría de las que se sometían a ella eran «mujeres marginales». Incluso si pasaban la prueba, ciertamente corrían riesgos para la salud y las mujeres morían como resultado; en estos casos de arrojar a menudo a numerosas mujeres a los ríos funcionaba como una tortura.
La mayoría de los juristas consideraban la prueba como ilegal y estaba oficialmente prohibida en los Países Bajos españoles y en Francia, pero todavía se practicaba hasta el siglo XIX en algunas regiones. De hecho ‘las cacerías de brujas eran raras, localizadas y de corta duración, la mayoría comenzaban debido a una debilidad temporal de la autoridad estatal y terminaban cuando ésta se reafirmaba.’
Leeson PT (2012) ‘Ordeals’. The Journal of Law & Economics 55(3): 691-714Golden RM (ed.) (2006) Encyclopedia of Witchcraft: The Western Tradition. ABC-CLIOGaskill M (2008) Witchcraft and Evidence in Early Modern England. Past & Present 198: 33-70