Santa Mónica, patrona de las madres

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Santa Mónica, la madre de San Agustín, es considerada por la Iglesia como patrona de las madres. Agustín, es considerada por la Iglesia como patrona de las madres, y es honrada por la Iglesia con su fiesta el 27 de agosto.

Mónica nació en el año 332 -sólo 300 años después de la crucifixión de Jesús- en Tagaste, actual Argelia, en el norte de África. Tuvo una excelente educación católica por parte de sus padres, y practicó su fe con gran devoción. Una anciana sirviente cristiana también dedicó su vida a enseñar a Mónica y a su hermana a practicar la fe con gran devoción.

Por alguna razón inexplicable, cuando Mónica tenía veintidós años, sus padres católicos la casaron con un hombre pagano, Patricio, que era mucho mayor que Mónica. Tenía una personalidad violenta y le fue infiel a Mónica. Mónica nunca hablaba mal de su marido, sino que rezaba continuamente por él. Era conocida por asistir a la misa diaria y por dar generosamente a los pobres.

Enseñanza de la fe

Siguiendo la práctica de su madre, Mónica dedicó sus días a enseñar la fe católica a sus tres hijos. Dos de ellos acabaron ingresando en las órdenes religiosas, pero su hijo, Agustín, abandonó el hogar cuando era bastante joven para asistir a otras escuelas. Probablemente su padre quería que su hijo siguiera sus pasos inmorales. A los diecisiete años, Agustín había rechazado la fe católica y llevaba una vida inmoral.

Mónica continuó con su devoción y vida de oración, y con su buen ejemplo, convirtió a su suegra. Después de veinte años de matrimonio, su marido empezó a tomarse más en serio su mensaje cristiano y comenzó a asistir a clases sobre la Fe. Finalmente cambió su vida y se convirtió, y murió sólo un año después.

Mónica decidió entonces dedicar su vida a su hijo, Agustín. Pidió a los sacerdotes e incluso a los obispos que hablaran con su hijo sobre la Iglesia; sin embargo, su orgullo y su estilo de vida inmoral le impidieron aceptar la verdad de la fe católica.

No obstante, Mónica siguió asistiendo a la misa diaria y rezando por él. Le seguía siempre que podía, hablándole continuamente de la Fe. Una vez, él tomó un barco hacia Roma, engañándola y dejándola parada en la orilla. Pero ella persistió, y lo siguió a Roma, y luego a Milán.

Fue en Milán donde Agustín escuchó los sermones del obispo local, San Ambrosio. Agustín fue sólo para escuchar al orador que era delirado por los ciudadanos locales. Una vez que escuchó los poderosos sermones de San Ambrosio, comenzó a escuchar el mensaje y a pensar seriamente en la religión cristiana. Su mente luchaba porque no quería cambiar su forma de vida.

Oraciones respondidas

Al final, Agustín aceptó que no podía seguir viviendo apartado de Dios. Comenzó a asistir a clases de catecismo y se bautizó el domingo de Pascua de 387. Mónica agradeció a Dios que finalmente respondiera a sus oraciones por la conversión de Agustín. Mientras ella y sus dos hijos hacían los preparativos para volver a África, Mónica cayó repentinamente enferma y murió cinco días después. Antes de morir, pidió a sus hijos que rezaran por ella en la misa.

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Augustino escribió más tarde su famoso libro, La Ciudad de Dios, y escribió «¡Si soy tu hijo, oh Dios mío, es porque me diste una madre así!»

Las madres y los padres que educamos en casa debemos recordar que Jesús siempre está dispuesto a responder a nuestras oraciones, pero no debemos impacientarnos si nuestras oraciones no son respondidas tan rápidamente como quisiéramos. Jesús sólo quiere que seamos fieles, que tratemos de cumplir con nuestro deber de enseñar a nuestros hijos la fe católica, de rezar nuestro rosario y de asistir a misa. Tenemos que confiar en Él en cuanto a cómo y cuándo responde a nuestras oraciones. Puede llegar a ser extremadamente desalentador cuando nuestros hijos no aceptan todas las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia, pero debemos intentar superar nuestro desánimo con la confianza en Él y en su Bendita Madre María.

Santa Mónica, ruega por nosotras, las madres que educamos en casa, para que confiemos en Jesús y nos dediquemos a enseñar la Fe a nuestros hijos, y también a vivir la Fe. Santa Mónica, ruega por nosotros pidiéndole a Jesús que nos ayude a perseverar durante toda nuestra vida con la Fe y la Oración y la asistencia a la Misa con la mayor frecuencia posible. Intercede por nosotros ante Jesús, para que nos conceda la fortaleza y la paciencia y la confianza de que nuestros cónyuges y nuestros hijos y nosotros alcanzaremos la felicidad en el Cielo con Jesús y su Santísima Madre.

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