Quarantined With a Newborn, Alone

Sentí un pozo en el estómago cuando intenté pedir comida online y los tiempos de espera eran de al menos una semana para la entrega de comestibles locales. La espera para Amazon Prime era aún más larga. Cuando la noticia de una inminente huelga de los trabajadores de Instacart cruzó mi Twitter, supe que tenía que pedir ayuda.

A lo largo de mi vida he intentado no depender de nadie para nada, una sutil lección que aprendí de mi familia, que valoraba la independencia por encima de la necesidad. Lo he hecho casi todo solo, desde viajar hasta comprar una casa. Y las pocas veces que he necesitado ayuda, el conocido o desconocido sorpresa ha aparecido y ha ido más allá.

Esta vez no es diferente. Un Whole Foods de Manhattan todavía hacía entregas en el mismo día, así que mi colega hizo un pedido por mí y se ofreció a enviarlo en un Uber.

Una amiga de 70 años se ofreció a dormir en mi sofá durante las próximas semanas y a ayudar con el bebé, pero tenía miedo de no saber si era portadora del virus. En cambio, me llamó y le cantó canciones de cuna a mi hijo una noche que no podía dormir, y ha sido una fuente de calma cuando los ataques de llanto son demasiado fuertes y se me acaban las ideas.

Otra amiga, otra madre soltera, me ofreció la habitación de su hijo para dormir y que no estuviera sola. Y un sinfín de mujeres periodistas me han ofrecido consejos, mensajes de texto y mensajes de apoyo en mitad de la noche, en los que he llegado a confiar.

Una cosa que espero que la gente se lleve de este momento es que nunca asuma que todo el mundo tiene amigos y familiares con los que puede contar en una crisis, sin importar quiénes sean. Ahora mismo hay víctimas de la violencia doméstica que temen por sus vidas en medio de este cierre, estadounidenses de edad avanzada que no tienen visitas y personas que han estado lidiando con problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad que sólo están empeorando. El distanciamiento social es absolutamente necesario, pero también supone un aumento de nuestra brecha nacional de empatía, que se pone de manifiesto en las crecientes tasas de soledad y suicidio.

El momento actual requerirá redes sociales, familiares o no, para sobrevivir. Necesitaremos lugares en los que refugiarnos, gente con la que forjarnos para comer y cuidar de nuestros hijos y de nuestros mayores. Nos veremos obligados a reconocer que pedir y aceptar ayuda no es un defecto moral, sino una necesidad humana. Los animales sociales necesitan la sociedad para sobrevivir.

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