Sabiduría organizativa

«Paciencia, joven saltamontes» es una cita de la serie de televisión de Kung Fu de los años 70 protagonizada por David Carradine como Kwai Chang
Cain. Su maestro Po le llamaba «saltamontes» cuando era un niño, haciendo hincapié en la paciencia como la habilidad definitiva de las artes marciales.
Pero vivimos en la era de la alta velocidad, del mismo día, de la vanguardia, del primero en llegar al mercado, de la comida rápida, del «consíguelo ya», del juicio rápido. Si nos dicen que tenemos que esperar, nos irritamos. Si no se nos ocurre la respuesta correcta de inmediato, nos enfadamos. Si alguien o algo se interpone en nuestro camino, nos enfadamos.
¿Por qué se considera que la paciencia es una de las prácticas más poderosas de las artes marciales?
Porque la paciencia es el antídoto de la ira, y la ira representa la manifestación más terrible y destructiva del deseo autoimpulsado. Cuando nos enfadamos con alguien, nos alejamos de él y del verdadero núcleo de nuestro ser. Acabamos perdiendo aquello por lo que creemos que estamos luchando.
La paciencia es una disciplina. Requiere práctica para superar las reacciones instintivas a las circunstancias externas, para reconocer la ira como una señal de peligro y para dominarla antes de que acabes haciendo daño a los demás. Con la paciencia puedes elegir cómo responder. Si puedes hacer algo para cambiar las circunstancias externas, actúa. Pero si está claro que no hay forma de influir en lo que te ocurre (estar atrapado en el tráfico es un buen ejemplo), elegir la tolerancia, la tolerancia o la paciencia puede ser una respuesta inteligente, energéticamente eficiente, tranquilizadora (y a menudo valiente).
Cuando nos impacientamos con alguien que nos importa en nuestra vida, tenemos que reconocer que el problema fundamental es el nuestro. Somos nosotros los que decidimos, conscientemente o no, reaccionar con impaciencia ante la otra persona. Nos impacientamos a través de nuestras expectativas y exigencias, a través de nuestras fijaciones, fantasías y atascamientos.
Aquí tienes una actividad de paciencia paso a paso para practicar con alguien en tu vida que desencadena tu impaciencia:
1. Acepte como un hecho que su impaciencia es el problema y que necesita dar al menos un paso para ser más paciente.
2. Pregunte: «¿Quién es esta persona? ¿Cómo puedo identificarme con él o ella? ¿Por qué es tan merecedora de mi paciencia?»
3. Decida -y comprométase- a dar al menos un paso específico hacia esa persona para demostrar su paciencia activa.
Claro que esto es más fácil de decir que de hacer, saltamontes.
Sabes que hay personas que te presionan, y sabes que parece muy injusto dejar que se salgan con la suya en lo que te ofende. ¿Cómo puedes ampliar la brecha entre el estímulo y la respuesta para poder tomar una decisión más sabia?
Esto requiere claridad, compromiso y práctica. Pero los Seis Pasos del Manejo de la Ira pueden ayudarle:
1. Reconocer: Observe los estímulos familiares, como palabras o frases concretas, que le provocan ira.
2. Recuerde: Recuerde las desventajas de devolver la ira con ira y las ventajas de practicar la paciencia, la tolerancia y la aceptación.
3. Reformule: Intente ver las cosas desde puntos de vista alternativos; considere que esta persona le ofrece una oportunidad perfecta para desarrollar la paciencia.
4. Renuncie: Deje ir su reactividad habitual y sus impulsos.
5. Reacondicionar: Recuérdate a ti mismo lo mucho que has avanzado en tu comprensión y cómo has sustituido tu antiguo condicionamiento visceral por una respuesta más sana.
6. Responda: Ahora enfréntate a la persona o a la situación con paciencia, de forma adecuada, inteligente y proactiva.
La paciencia no es un signo de debilidad, sino más bien un signo de fortaleza que surge de una profunda capacidad de permanecer firme y sin desviarse. El regalo de la paciencia es realmente el regalo de uno mismo. Compartes tu fuerza con alguien y te haces más fuerte en el proceso.

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